La gente cambia, puede cambiar para bien o para mal. Yo juraría que jamás lo hicimos bien, no nos dimos aquello que buscábamos y lo calificamos de inmadurez porque eso es lo único que podemos aportar de nuestro orgullo.
No queremos ver, entender, que aquello que fue y no fue empezó destrozando desde el principio, no eras tú, no era yo, no era ella, no era él, no fue culpa de nadie.
Fue lo perdido que estaba todo y fueron las ganas de suicidarnos, de matarnos.
Podemos mentir y decir cuarenta y tres insultos, pero eso no cambiará las sonrisas ni las infidelidades, por supuesto seguirán ahí. Pero los veranos en Mallorca resonarán en tu cabeza cada vez que me llames estúpida, cada vez que rompas mis esquemas, porque las llamadas enredadas en lágrimas no fueron mentira.
Y joder calla de una vez, que no haces nada rondando los límites, fóllate a esa puta inmadurez que te hace menos hombre y cuidate.
Por ti y por mi, chín-chín y agur.
